( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1996 )
Es cierto que están llegando a un acuerdo que prohibe el uso de armas químicas, pero ello no impide que grupos fanáticos las puedan utilizar. A diferencia de las bombas atómicas, éstas no requieren de sofisticados laboratorios, ni de difíciles y costosas tecnologías. Muy por el contrario, se pueden fabricar en cualquier laboratorio, a bajo costo y con tecnologías que están disponibles en cualquier parte. Un microbiólogo o un bioquímico, medianamente entrenado, puede hacerlo, lo que es muy grave y contra esto no hay defensas. Basta recordar lo que sucedió en Tokio en Marzo de 1995, al liberar un gas nervioso (Sarin) en la estación del metro a la hora de mayor afluencia de público. Doce personas murieron y 5000 se vieron afectadas. Esta vez el gobierno japonés tuvo suerte, porque antes de dos horas un médico militar reconoció los síntomas de envenenamiento por gas Sarin, y por ello pudo administrarse el antídoto adecuado, salvándose así muchas víctimas.