( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1989 )
Cuando Sigmund publica, a finales del siglo pasado, La Interpretación de los sueños, seguramente no percibió que, al estar revelando los secretos de la vida onírica, estaba formulando uno de los hallazgos más decisivos y controvertidos del desarrollo de la civilización occidental. Con el reconocimiento de los motivos inconscientes debe necesariamente admitirse el estrecho margen de la conciencia, hasta ese momento roca de fundación de la persona. Es necesario considerar que hasta Freud el hombre es concebido como sus afanes, su voluntad, sus obstáculos y sus conquistas. Sus motivos, desde este punto de vista, obedecen sólo a los llamados de su razón moral. El acierto de Freud queda inscrito en la historia de la humanidad como un hallazgo liberador que amplia las fronteras de la condición humana y que nos enfrenta, en su contrapartida, con la dolorosa constatación de que somos mucho más que pura voluntad y conciencia.