( Creces, 2011 )
Dr. Fernando Mönckeberg
El desarrollo no debiera ser un objetivo en si mismo, pero es el camino necesario (tal vez el único) que nos puede permitir derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades, alcanzar la justicia, y en fin, elevar la calidad de vida de todos. Es por ello que debemos considerarlo como una meta que tenemos que esforzarnos por alcanzar, lo que en los tiempos actuales es un verdadero desafío. Lo que hoy vive la humanidad no tienen parangón con lo sucedido con el resto de su historia. Los enormes cambios que han ocurrido durante el siglo recién pasado han sido consecuencia de algo nuevo; la explosiva generación de nuevos conocimientos y sus aplicaciones derivadas que lo han cambiado todo, planteando nuevos desafíos. Por milenios la humanidad los había estado generando muy lentamente y eran escasos y lentos los impactos sociales derivados de ellos. Repentinamente, en una centuria, se ha producido una verdadera explosión de nuevos conocimientos, cuyos efectos sociales son casi inmediatos, llegando a revolucionar no solo las condiciones de vida sino también nuestras creencias, hábitos y cultura, hasta impactar en nuestro propio medio ambiente, poniendo en peligro nuestra sobrevivencia. Ello era inconcebible hasta hace poco tiempo, cuando el medio ambiente parecía inmutable (1).