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    ( Publicado en Revista Creces, Abril 1997 )

    Siguiendo en la línea de otras publicaciones, en esta Revista hemos querido mostrar la consecuencia de lo allí expuesto. Habíamos dicho que el padre ha aparecido como un factor protector ante el consumo de droga del adolescente varón, pero sucede que una de las figuras más ausentes en las familias de nivel socioeconómico bajo es el padre, no sólo de tipo físico, sino también emocional. Por esta razón se quiso rescatar este modelo parental tan deteriorado en nuestra sociedad y que tanta falta hace, porque todo recae en la madre. Muchas veces ella es la responsable de esta falta de participación del padre porque lo disculpa de su fatiga del trabajo y no le da la oportunidad de acercarse a los hijos y ella piensa que éstos son de su única propiedad. A esto se suma que los programas que se han diseñado para evitar el consumo de droga (como tanto otros programas) apuntan al consumidor y a su familia en términos genéricos y no hacia el padre que más acción directa tenga con el hijo como es este caso. Y bien sabemos, que cuando de la familia se trata, es la madre la que asume la responsabilidad de la participación y en escasas ocasiones es el padre. Por este motivo, diseñamos una estrategia que permitiera la participación del papá (o sustituto) en un taller educativo. Para esto contamos con la colaboración de la Municipalidad de Las Condes y a través de una Escuela dependiente de la Corporación de Educación, realizamos un Taller Educativo.

      ( Publicado en Revista Creces, Mayo 1998 )

      Una tradición subterránea, difícil de erradicar

      "Nunca me voy a olvidar de mi circuncisión, que me la hicieron hace cuarenta años, cuando yo tenía seis años de edad. Una mañana, durante las vacaciones de verano, mi madre me dijo que íbamos a visitar a su hermana en Halfayat (Sudan). Fuimos a su casa, pero después me llevaron a "la casa de ladrillos". Mientras mi madre golpeaba la puerta, yo trataba de leer el nombre escrito en la puerta. De repente me di cuenta que se trataba de la casa de Hajja Alamin. Ella era la persona encargada de hacer la circuncisión en nuestro vecindario. Quede petrificada y luego trate de arrancar, pero me agarraron entre mi madre y mi tía. Ellas decían que allí me iban a purificar. Hajja era la persona más cruel que yo había conocido... Ordenó a su empleada que fuera a comprar una gillet al almacén cercano. A la fuerza me tendieron en una cama con un hoyo al centro y me ataron a ella. Grité con toda mi garganta. La mujer me dijo: ¿Quieres que venga la policía?. Después de esto y sin anestesia, me hicieron la circuncisión. Durante los tres días siguientes no pude comer ni beber. Recuerdo que el tío que supo esto, increpó a mi tía. Mi madre y mi tía se asustaron y decidieron llevarme de nuevo donde la mujer. Con una voz fuerte, me ordenó que me agachara en el piso y que orinara. Me costo mucho por el dolor, pero lo logré. Por mucho tiempo, esto fue muy doloroso. Me demoré mucho en normalizarme. Pero entiendo los motivos de mi madre, que quería purificarme".

      Relato de Abdel Majib, profesora de una escuela de Sudan.

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