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    ( Publicado en Revista Creces, Septiembre 2003 )

    Después que en el mes de Julio (2003) se dio por superada la epidemia de fiebre asiática (SARS) en Canadá, ahora ha aparecido una nueva epidemia que preocupa a los médicos porque los tests de laboratorio sugieren que sería causada por el virus SARS. Sin embargo sus síntomas no son tan alarmantes. Los investigadores aún no saben si se trata del mismo virus o una mutación de él, u otro virus pariente del que ha matado a más de 800 personas en diferentes partes del mundo (Cuan serio es el síndrome respiratorio agudo). El hecho es que en una casa de retiro cerca de Vancouver, apareció una enfermedad respiratoria que se esparció rápidamente afectando a 97 de los 142 residentes y a 46 de los 120 empleados. De ellos han muerto siete personas. Como los exámenes de laboratorio resultaron negativos para gripe, se enviaron muestras al Laboratorio Nacional de Microbiología en Winnipeg. La preocupación se incrementó ya que la mitad dio positivo para SARS. Sin embargo, ninguno de los pacientes llenaba los criterios diagnósticos estrictos de SARS; muy pocos tenían fiebre, un síntoma clásico de la enfermedad, mientras que la mayor parte tenía romadizo. Muchos tenían tos, dolor de garganta, dolores musculares y fatiga, síntomas todos muy comunes en las gripes. De los siete que fallecieron, sólo tres presentaban síntomas respiratorios. Uno de ellos dio positivo para SARS.

      ( Publicado en Revista Creces, Abril 2000 )

      El planeta Júpiter es el gigante del sistema solar. Su diámetro es diez veces más grande que el de la Tierra y tiene características muy especiales (Los planetas de nuestro Sol). Hace ya cuatro años, el 7 de Diciembre de 1995, la nave Galileo que estaba orbitando el planeta dejó caer una sonda del tamaño de una pelota de playa para que penetrara en la atmósfera del gran planeta gaseoso. Se trataba de una expedición suicida destinada a conocer la composición de su impenetrable atmósfera. Durante una hora, en su caída, la sonda transmitió información a la nave Galileo que continuaba orbitando. Luego sucumbió por el calor, la presión y el choque final con su superficie.

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