( Publicado en Revista Creces, Agosto 1990 )
A medida que la tecnología se hace más sofisticada, crece la conciencia de que el mundo químico natural es una fuente preciosa de sustancias y compuestos de impredecible valor terapéutico. Pero los viejos curanderos de las culturas tradicionales, conocedores prácticos de gran parte de ese mundo, están desapareciendo. Plantas y animales que - tal vez- podrían ayudarnos contra diversas enfermedades se están extinguiendo. La carrera puede ser contra el tiempo. La naturaleza, un laboratorio precioso para los farmacólogos.