( Publicado en Revista Creces, Mayo 1997 )
Mario se despertó por la mañana otra vez cansado y sin ganas de levantarse. Mejor dicho, su cabeza se resistía cada vez más a comenzar el día; en cambio su cuerpo probablemente deseaba saltar de la cama, porque estaba adolorido por una noche malísima. Probablemente había dormido bastante, pero para realizar cualquier movimiento tenía que despertarse para hacerlo. Si no lo hacía, todo el tiempo se quedaba como enganchado en una posición, y se cansaba hasta el dolor muscular. Dado que a cada rato tenía que darse vuelta para cambiar de postura, dudó si realmente había conciliado el sueño alguna vez; sin embargo recordó haber soñado muchas veces. Su cabeza, por lo tanto, quería dormir, pero su pobre musculatura castigada le pedía un poco de ejercicio, caminar, una ducha.