( Publicado en Revista Creces, Enero 2002 )
Frente a un problema que ya se puede afirmar que no admite duda, hay dos alternativas: esconder la cabeza como el avestruz o enfrentarlo tomando las medidas pertinentes. En el primer caso, puede que se haga la vida más fácil, pero sólo por un rato, luego la realidad se viene encima. En el segundo caso, hay que enfrentarlo con todos los esfuerzos y sacrificios que ello signifique. Este dilema es el que está sucediendo con la discusión del cambio climático, entre los escépticos que afirman que el calentamiento es sólo aire caliente, y los ambientalistas radicales que aconsejan comenzar a vender la casa en la playa antes que se la lleve el mar.