( Publicado en Revista Creces, Noviembre 1996 )
Parece un impulso que el hombre no puede eludir, el tratar de entenderse a sí mismo y entender también lo desconocido del mundo que lo rodea y su propio significado y destino de él. Tradicionalmente, frente a lo desconocido, ha sido la religión la que ha dado respuestas a estas inquietudes trascendentales. Sin embargo, no siempre el hombre se ha sentido satisfecho, y es así como constantemente a lo largo de la historia, ha tratado de buscar sus propias respuestas. En el proceso de búsqueda, ha ido acumulando conocimientos y con mucha frecuencia lo que ha ido descubriendo, entra en conflicto con lo que la tradición y la religión habían establecido.