( Publicado en "La Revolución de la Bioingeniería", Fernando Mönckeberg, 1988,
Editorial Mediterráneo )
Con el descubrimiento de los anticuerpos monoclonales, se ha hecho realidad el sueño del pibe de los inmunólogos: contar con anticuerpos absolutamente homogéneos y que se produzcan en forima continua, y siempre con la misma especificidad y afinidad. Antes de esto el procedimiento de obtención de los anticuerpos, era largo y tedioso. En primer lugar, había que inyectar los antígenos en animales. Esto tiene el grave inconveniente de la heterogeneidad y variabilidad de los anticuerpos obtenidos así como también la presencia de proteínas contaminantes del suero, que son casi imposibles de separar. Por otra parte, para obtener la cantidad de anticuerpos suficiente, hay que inyectar varios animales simultáneamente, con el inconveniente que los anticuerpos obtenidos varían mucho de un animal a otro, tanto en cantidad como en especificidad y afinidad. Con la técnica de anticuerpos monoclonales, se han subsanado todos estos inconvenientes, y como consecuencia de ello, se ha abierto un enorme nuevo capítulo de la investigación en biología y en especial en la medicina.