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    ( Publicado en Revista Creces, Agosto 1999 )

    Introduciendo determinados genes humanos en el óvulo fecundado de una vaca, se ha logrado que cuando adulta, las células de sus glándulas mamarias produzcan la proteína respectiva, la que se puede aislar de su leche (Animales transgénicos como fabricas de drogas). Es lo mismo que antes se hacía con las bacterias, a las que se había introducido un determinado gene humano y luego éstas se cultivaban en un reactor. Cuando éstas se multiplicaban en un reactor, se podía lograr un número suficiente de ellas, que más tarde al homogenizarlas permitían extraer suficiente cantidad de la proteína de interés. Clonar vacas en lugar de gérmenes, tiene la ventaja de eliminar los reactores y disminuir los costos de producción de alguna sustancia de uso médico.

      ( Publicado en Revista Creces, Mayo 1998 )

      Una tradición subterránea, difícil de erradicar

      "Nunca me voy a olvidar de mi circuncisión, que me la hicieron hace cuarenta años, cuando yo tenía seis años de edad. Una mañana, durante las vacaciones de verano, mi madre me dijo que íbamos a visitar a su hermana en Halfayat (Sudan). Fuimos a su casa, pero después me llevaron a "la casa de ladrillos". Mientras mi madre golpeaba la puerta, yo trataba de leer el nombre escrito en la puerta. De repente me di cuenta que se trataba de la casa de Hajja Alamin. Ella era la persona encargada de hacer la circuncisión en nuestro vecindario. Quede petrificada y luego trate de arrancar, pero me agarraron entre mi madre y mi tía. Ellas decían que allí me iban a purificar. Hajja era la persona más cruel que yo había conocido... Ordenó a su empleada que fuera a comprar una gillet al almacén cercano. A la fuerza me tendieron en una cama con un hoyo al centro y me ataron a ella. Grité con toda mi garganta. La mujer me dijo: ¿Quieres que venga la policía?. Después de esto y sin anestesia, me hicieron la circuncisión. Durante los tres días siguientes no pude comer ni beber. Recuerdo que el tío que supo esto, increpó a mi tía. Mi madre y mi tía se asustaron y decidieron llevarme de nuevo donde la mujer. Con una voz fuerte, me ordenó que me agachara en el piso y que orinara. Me costo mucho por el dolor, pero lo logré. Por mucho tiempo, esto fue muy doloroso. Me demoré mucho en normalizarme. Pero entiendo los motivos de mi madre, que quería purificarme".

      Relato de Abdel Majib, profesora de una escuela de Sudan.

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