( Creces, 2012 )
Javier Bravo V. PhD Bioquímico
Nuestras experiencias del día a día pueden alterar nuestra función intestinal. Esto lo notamos cuando nos ponemos nerviosos por alguna situación externa, que también nos provoca malestar abdominal. Por otro lado, el comer es una actividad que nos puede producir una gran sensación de placer. Esto se debe a que existe una comunicación funcional entre el sistema nervioso central y el sistema gastrointestinal. Esta comunicación es bidireccional, y en ella participan componentes anatómicos importantes como el nervio vago, que a través de sus fibras aferentes y eferentes es capaz de hacer de puente entre ambos sistemas. Igualmente está el sistema inmune que también participa como intermediario entre el intestino y el cerebro. Y además, hay ciertos sistemas hormonales, como el eje hipotálamo-hipófisis-médula suprarrenal, encargado de producir la hormona del estrés (cortisol), que también afecta a los sistemas inmune, intestinal y nervioso central, participando así en la regulación de lo que hoy en día se reconoce como eje intestino-cerebro.