( Creces, 2011 )
Hace ya veinte años que en las cumbres de los Alpes (entre la frontera de Austria e Italia) durante el verano, al fundirse los hielos, apareció el cadáver de un hombre perfectamente conservado. Por su apariencia parecía que recién hubiese muerto. Fue grande la sorpresa cuando se comprobó que tenía una data de 5.300 años. Desde entonces la curiosidad ha estado incentivando una serie de minuciosos estudios, llevados a cabo por diferentes especialistas de distintos organismos científicos europeos. Durante años, antropólogos y biólogos han estado entregando información desde los más diversos ángulos: ¿qué hacía allí ese hombre?, ¿quién era?, ¿cómo vestía?, ¿qué enfermedades padecía?, ¿de qué había muerto?, etc, etc.