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    ( Publicado en Revista Creces, Noviembre 2003 )

    En el año 1348, la epidemia de "peste negra" mató a la mitad de la población de Europa y por siglos ha estado rondando en diferentes partes del mundo. La enfermedad, también conocida como "la peste bubónica", ha sido atribuida a la bacteria "Yersinia pestis", que infecta a ratas y pulgas, estas últimas por la picadura trasmiten la infección a humanos. (La Peste Bubónica). Por muchos años se había aceptado que esta bacteria sería la culpable, pero recientemente algunos investigadores han comenzado a dudar. Hace un par de años, Susan Scott y Chris Duncan de la Universidad de Liverpool en Inglaterra, examinando los informes históricos, concluyen que la Yersinia no habría sido la causa de la peste negra (New Scientist, Noviembre 24, 2001, pág. 34). Piensan más bien que ella fue debida a un virus hemorrágico que habría causado sangramientos masivos, como sucede con el virus Ebola.

      ( Publicado en Revista Creces, Marzo 1997 )

      La Antártida constituye uno de los sitios más desfavorables para la vida de animales y plantas, debido principalmente a la temperatura baja, pobreza en nutrientes de sus suelos y a los fuertes vientos. Sin embargo, existen algunos animales y plantas que son capaces de sobrevivir a estas condiciones en la Antártida Marítima. Con respecto a las plantas, sólo musgos y líquenes (organismos no vasculares, sin elementos conductores de agua y nutrientes) y dos plantas vasculares (Deschampsia antarctica y Colobanthus quitensis), del grupo de las angiospermas, han sido capaces de colonizar estos hábitats. La primera de estas plantas es una monocotiledónea de la familia Poaceae (gamínea) y la segunda una dicotiledónea de la familia Cariophyllaceae (la misma familia del clavel). Ellas crecen en forma de cojines achaparrados, de aproximadamente 10 cm. de altura, dispuestos en manchones (Fig. 1). El crecimiento y reproducción de estas plantas ocurren sólo en el verano. En invierno, la nieve las cubre con un espesor de uno o más metros. Contrariamente a lo que podría esperarse, la nieve no representa un gran peligro para la vida de estas plantas. Al depositarse suavemente en forma de cristales pequeños que dejan espacios de aire entre sí y entre ellos y la planta, la nieve actúa como una cubierta que las aísla y protege de las temperaturas bajas y del viento. Parece, entonces, que la planta goza en invierno de la protección de una especie de "iglú". Además, la detención del crecimiento (reposo) es otro factor que favorece la sobrevivencia invernal. En estado de reposo las plantas son siempre más resistentes al frío y a otros factores ambientales que cuando se encuentran en crecimiento activo. Es por ello que el verano, período en que la nieve desaparece y el crecimiento comienza, es la época de mayor peligro para la sobrevivencia de las plantas. En la época estival, la vegetación antártica está sometida frecuentemente a temperaturas congelantes (bajo 0°C), aunque la temperatura puede ascender en los días despejados hasta aproximadamente 8°C. Se ha comprobado que la capacidad de fotosintetizar (asimilar C02) de D. antarctica se mantiene en un 30% a 0°C, temperatura a la cual en la mayoría de las plantas este proceso cesa.

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