( Creces, 2011 )
Hasta hace muy poco tiempo se presumía conocer definitivamente en que consistía una inflamación. Era la respuesta de un tejido, ante cualquier injuria producida por un traumatismo o una infección. Allí aparecían células inmunológicas contribuyendo al proceso reparador del tejido dañado. Ello se manifestaba clínicamente por los signos de dolor, enrojecimiento e hinchazón. Ahora el concepto se ha ampliado considerablemente al conocer también su participación en la evolución de muchas enfermedades crónicas, como la diabetes 2, la obesidad, el Alzheimer, la ateroesclerosis, la obesidad y también el cáncer. En todas ellas aparecen células inmunológicas queriendo ayudar a su curación, pero pareciera que su buena voluntad termina empeorando la situación.